martes, 17 de agosto de 2010

Historia de taxis

Me ha pasado varias veces que al subirme a un taxi encuentro historias que quizá nunca esperé conocer. Un recuento de lamentos, recuerdos, orgullos pasados y una sensación de nostalgia difícil de dejar pasar. Muchas veces me veo obligado a retirar mis ojos del libro que quiero leer o sacarme los audífonos de los oidos para escuchar lo que ellos quieren decir. No siempre claro esta. Muchas veces no escuchas nada más allá que la tarifa y el gracias final (si es que lo hay). Pero otras veces, varias veces, encuentras conversaciones insólitas, cuentos que parecen sacados de un libro de Ribeyro o quizá solo son las ganas de sentirse acompañado (o escuchado)de alguien que no aguanta la soledad.

Alguna vez me encontré a un señor que me preguntó si yo era abogado. Más tardo él en preguntarme que yo en decirle que no, pues el derecho no es una disciplina profesional que sea de mi completo agrado, y se lo dije; pero no le importó. Me contó que su sobrina (la hija de su hermana) junto con la pareja de ésta, estaban realizando una y mil pendejadas para dejarlo sin la casa que tantos años y esfuerzo le tomó levantar, y que era donde él pensaba pasar sus últimos años, tranquilo, descansando. Pero no, me dijo que lo estaban jodiendo feo, paro en una esquina y de la maletera de su carro sacó un sobre envejecido y medio sucio donde tenía guardados todos los documentos de su casa y aquellos relacionados al proceso que le había iniciado la sobrina. El tio trabajó 30 años en una empresa de transportes y pensaba que ya no tendría que trabajar más. Parece que se equivocó. Ojala haya tenido suerte. Ojala.

Otro día me subí a un taxi remisse, de esos que me gusta tomar porque no los pago yo sino los paga la empresa. Cuando estuve en el carro vi al conductor con gesto contrariado y hasta molesto (seguramente por los 10 minutos de retraso que yo llevaba). Ni bien cerré la puerta, pisó el acelerador a fondo y arrancó a una velocidad no muy común. Durante el trayecto, lo ví haciendo maniobras bastante temerarias y conduciendo al filo del reglamento de tránsito (el cual no conozco tan bien que digamos) y creo que hasta una luz roja se comió. Cuando me decidí a preguntarle el porque estaba manejando de esa manera tan desgraciada, el señor se cuadró a la derecha, me pidió mil disculpas, me rogó que no lo reportara y me explicó que terminando más rápido el servicio que tenia conmigo, más rápido le asignarian un nuevo servicio y así, con esa rapidez, poder juntar más dinero (pues cobraba porcentaje por número de servicios realizados) para poder comprar las medicinas de su hijo que tenía 6 años y que estaba en la clínica ya hacía dos semanas, sin mayores muestras de recuperación. Respiré profundo, abrí mi billetera y saqué un billete. Se lo ofrecí, se rehusó a aceptarlo e insistí. Al final lo vi lagrimear y lo tomó. Esperé con todas mis fuerzas que no me estuviera mintiendo, pero no tanto como esperé que su hijo se recuperara.

Hace algunos días me tope con un señor en un taxi que me hizo la clásica pregunta de por quién iba a votar. Le dí mi respuesta y comenzó a explayarse. Me dijo que había sido gerente de relaciones industriales de una empresa eléctrica importantísima durante los ochentas. Me contó que era el responsable de la relación con los sindicatos, con los gremios, con los infiltrados y terrucos que habían en esa época. Me comentó lo difícil que eran esos tiempos y el miedo que le daba encontrar su nombre en los pasquines rojos dentro de la lista de los próximos caidos. Pero no dejaba de brillarle los ojos cuando recordaba todo aquello, cuando me dijo que el había revisado no se cuantos pactos colectivos y que el propio ministro de energía y minas lo llamaba por teléfono para preguntar como ibas las cosas. Me decia: "Tenía bajo mi mando a 3500 trabajadores". Ahora, más de 20 años después, maneja solo su taxi viejo, y aún así, antes de bajarse me dijo: "aprovecha estos años, porque lo demás es una cojudez, y nunca dejes de pensar que primero eres tú, segundo tú y tercero, tú".

Y es lo que pienso hacer.