lunes, 13 de agosto de 2012

Por las rutas del terror

Y un día empecé a manejar. Y un día salí con mi carro a hacer Lima más pequeña. Y un día me dí cuenta que el pequeño y el manejado soy yo. Y no es broma. Es una triste realidad.

Manejar en Lima es una experiencia casi sangrienta. No tengo claro cuanta vida se me va renegando y puteando a mis semejantes, pero debe ser algo considerable. Yo soy nuevo manejando, y es más que evidente que cometo errores. Pero es eso, errores, no maldad, no crueldad, no violencia, no estupidez.

Yo me pregunto como es que le dan brevete a ciertos personajes que pululan por la ciudad. Y no caeré en el facilismo de decir que son los taxistas o los choferes de combi (aunque son todo un tema, pero no se puede generalizar). Hay gente de toda condición que no les interesa nada, o que creen que están en el Play Land Park y juegan a los carros chocones. o simplemente que tienen un complejo de inferioridad tal que lo único que los mantiene vivos es sentirse fuertes detrás de un volante, y a la mierda lo demás.

Choferes de combi, microbuseros, motociclistas, taxistas, mototaxistas, señoras de movilidad escolar, flacas snob sanisidrina que creen que pueden maquillarse y hablar con el BBChat/Whatsapp al mismo tiempo sin chocarse o joder a alguien, patrulleros, oficinistas, abuelitos, colectiveros, viejas que toman desayuno en San Antonio, tios apretadasos en sus BMW o Mercedes creyendo que la calle es suya, madres de familia que dejan a sus hijas en el Santa Ursula y se cuadran donde carajo les da la gana. Todos los mencionados, sin excepción, tienen representantes de campeonato (cada uno peor que el otro), haciendo las calles de esta ciudad el escenario de una película de ciencia ficción. Y de las bravas.

Quiero comprarme el carro de Batman (no batimóvil). Con misiles, metralletas, blindado y convertible. Quiero limpiar Lima de tanto infeliz, así como Batman limpia Ciudad Gótica. Que se cuiden todos, ya estoy ahorrando, ya me falta poquito.

Las matemáticas y yo

Cuando estaba en el colegio era bueno en matemáticas (con S, nunca en singular según mis profesores). No era de los que iban a las olimpiadas pero me defendía. Tenía un nivel aceptable, era un chancón relajado y correspondía que mi nivel sea de respeto. Ni más, ni menos.

Cuando salí del colegio y entre al mundo pre-universitario (al cual solo tuve que sobrevivir 2 meses y medio para mi buena suerte), entre en pánico total al darme cuenta que mi respetado nivel era poco menos que basura al costado de otros estudiantes que si tenían buena educación. Me sentía frustrado, odiaba al enano narizón que estaba en mi salón y que respondía las preguntas de manera casi inmediata a como sonaba la respuesta. Pero mis ganas de aprender (y mi ego descomunal) me hicieron empezar a defenderme. Tanto así que ingrese a la primera oportunidad, haciendo casi toda la parte de Razonamiento Matemático (pero solo respondiendo 3 de 12 preguntas de Álgebra, Aritmética y Trigonometría).

Una vez en la universidad la pesadilla tomo forma y me devoró. Entre mi poca base, mi rabia, las pocas ganas y mi frustración dejé pasar las clases como quién deja pasar una combi llena y no estudié. Me rehusé. Me rebelé. Recuerdo que hasta le pregunte al profesor por qué tenia que estudiar eso si no lo iba a usar nunca en mi vida. Que quede claro que no sirvió para nada. Al contrario, el profesor me agarró bronca. Aprobé porque Dios es grande, y la letra de mi compañero de carpeta también. El segundo año fue lo mismo. Nunca pude con las integrales, derivadas, y otras hierbas. En tercer año vinieron las matemáticas financieras y colapsé. Intereses simples y compuestos, tasas, anualidades diferidas no eran para mí. Otra vez Dios (y mi flaca de esa época) me ayudó.

Ahora en la maestría he sufrido un flashback horroroso: Finanzas Corporativas. Mentira, MATEMÁTICAS al fin y al cabo. VAN, TIR, Período Cero, cálculos diferidos. No puedo más. El profesor está hablando en chino y no lo entiendo. Y yo que prometí esta vez si estudiar.

No me gustan las matemáticas, no les tengo paciencia. Sí, soy contador, y no es raro que no me gusten porque no sé cuántas veces más deberé explicar que los Contadores solo usamos números para expresar mil conceptos que no tienen que ver con matemáticas. Solo criterio. Nada más. Así me digan que aprenderé a calcular lo mucho que me roban en mis tarjetas de crédito, así me cuenten que de esta manera podré gestionar mis inversiones de mejor manera (ja! con qué plata!). Que me roben por burro.

Ese es el precio, pero no tengo que calcularlo.

miércoles, 6 de junio de 2012

¿Creo en tí?

Tengo conciencia de Dios desde que tengo uso de razón. Mi hogar es católico aunque no muy practicante (salvo mi abuela que si es del club de fans de todos los santos que conozco), estudié en un colegio católico y de adolescente hasta participé en una parroquía por varios años. Digamos que estuve cerca de Dios y de la Iglesia Católica, pero no sé exactamente en que momento me alejé o quizás, ellos se alejaron de mí.

Tuve amigos curas, muy buenos, muy cercanos. Ninguno de esos que salen en las noticias por mañosones o aberrados, tuve curas amigos, compañeros de escuela y maestros. Ninguno me defraudó, pero si le pusieron la valla alta a otros que conocí de lejos, pero que jamás permití que se acercaran por enfermos. No sé si fueron esos malos curas los que me alejaron, o si yo me alejé de los buenos.

Muchas veces escucho a personas cercanas a mí decir frases como "dejemoslo todo en manos de Dios", "Dios lo quizo así" o la popular "dale gracias a Dios por eso". Yo me pregunto ¿tendrá Dios el tiempo suficiente para hacerse cargo de todas las cosas que la gente le arrima? ¿se dará abasto Dios para cumplir con todos los deseos de la gente (por más descabellados que éstos sean)?. Cuando alguien tiene a un familiar enfermo en el hospital y le pide a Dios que lo recupere y al final este pariente muere, ¿quiere decir que Dios falló? ¿Es justo someterlo a tanta presión? ¿Es posible responsabilizarlo de todo lo que pasa en nuestras vidas?

El sentimiento de culpa lo tenemos con nosotros desde que la religión se manifiesta en nosotros, y muchas veces no nos deja vivir tranquilos. El no cuestionar los dogmas y el tener que creer a veces me resulta un poco loco y dificil de seguir. Los mandamientos no los cumplen los curas, entonces, ¿por qué tendría que cumplirlos yo?

Trato de no molestar a Dios con cosas vanales, pues sé que no le cumplo como debería. Intento ser una buena persona y no hacerle daño a nadie, aunque a veces sé que no me funciona el tema. Creo que creo, pero no sé si tanto. Al final de mi vida, al minuto siguiente de cerrar los ojos por última vez, me corro el riesgo de encontrarme cara a cara con Dios y que éste me diga: Ahora pues, ¿quién era el que no existía?. Dificil situación y a lo hecho, pecho. Ya veré si me toca disfrutar del Paraíso (no precisamente del colchón), aunque no lo creo; o pase por la incertidumbre del Purgatorio, o quizás me vaya a encontrar con muchos conocidos en el caliente infierno. O quizás solo cierre los ojos y me quede esperando en el infinito por Dios, y no termine entendiendo nunca que Dios estuvo siempre conmigo cuando estuve vivo.

Amén.

lunes, 7 de mayo de 2012

No soportaba....

Yo de niño no soportaba....

- Que mi prima destruya lo que construia con mis Play-go´s.
- Que mi abuela no me dejara agarrar más de dos golosinas en las fiestas infantiles.
- Que mi tio se llevara mis pelotas de fútbol y que nunca más las regresara.
- Que mi abuela trajera juguetes para hacer negocio y no me regalara el que yo quería.
- Que me tocaran figuritas repetidas.
- Que mi abuela me cure las aftas (auch!, hasta ahora duele).
- Que me llamaran a entrar a la casa cuando todos mis amigos aún estaban afuera (aunque ahora lo agradezco).
- Que me obligaran a comer queso y mondongo (aunque no pudieron conmigo).
- Que mi mamá y mi hermana me mandaran a comprar sus toallas higiénicas.
- Que ciriaran a mi hermana.
- Que mi papá me mandara a cuidar el carro cuando venía a almorzar.
- Que se me perdieran mis carritos.
- Que las amigas del trabajo de mi mamá me agarraran los cachetes y que me dijeran que era igualito a ella (aunque realmente lo soy).
- Que no tuvieramos teléfono en casa.
- Que mi mamá y mi abuela peleen.
- Que me fastidiaran con niñas (ni con niños tampoco).
- Que me acercaran a los payasos.
- Que no me hicieran la comida que quería los domingos.
- Que no tuviera hermanos.

lunes, 27 de febrero de 2012

Invierno en verano

Y derrepente empezó a picarme la garganta. Cierto fastidio irrumpe al fondo de mi boca, una picazón ya conocida, no por favor, ahora no.

Y derrepente una gota empieza a juguetear con los pelos que tengo dentro del orificio izquierdo de mi naríz. Una gota fastidiosa, que hace cosquillas, que jode, que cae. Señal inequívoca de que se viene lo peor. No señor, no me hagas esto.

Y derrepente el calor invade mi cuerpo, me somete, me cansa, me carga de energía negativa. Casi en paralelo empieza el ardor de ojos y los estornudos impertinentes, que me revuelcan, que me dan duro, que me sacan la mierda. Ahora si tengo un problema.

¿Cómo puede ser posible que mi cuerpo se haya visto abatido por la gripe en verano? ¿Qué carajo le pasa? ¿No le parece ya demasiado el maldito sol inclemente que hay en estos días para hacerme pasar por esto? ¿No sabe acaso que mañana tengo que ir a una mina a cagarme de frio y que el estar resfriado no me ayuda?

Dios mio libérame de esto, y no me salgas con que me tengo que poner inyección porque sabes que no soporto las agujas. Que mañana amanezca bien (aunque tú y yo sabemos que no será así), y que pueda estar sin esta sensación terrible.

Invierno en verano, fiebre con sol, maldición de brujas parece esto, y de hecho que tengo algunas sospechosas.