Y un día empecé a manejar. Y un día salí con mi carro a hacer Lima más pequeña. Y un día me dí cuenta que el pequeño y el manejado soy yo. Y no es broma. Es una triste realidad.
Manejar en Lima es una experiencia casi sangrienta. No tengo claro cuanta vida se me va renegando y puteando a mis semejantes, pero debe ser algo considerable. Yo soy nuevo manejando, y es más que evidente que cometo errores. Pero es eso, errores, no maldad, no crueldad, no violencia, no estupidez.
Yo me pregunto como es que le dan brevete a ciertos personajes que pululan por la ciudad. Y no caeré en el facilismo de decir que son los taxistas o los choferes de combi (aunque son todo un tema, pero no se puede generalizar). Hay gente de toda condición que no les interesa nada, o que creen que están en el Play Land Park y juegan a los carros chocones. o simplemente que tienen un complejo de inferioridad tal que lo único que los mantiene vivos es sentirse fuertes detrás de un volante, y a la mierda lo demás.
Choferes de combi, microbuseros, motociclistas, taxistas, mototaxistas, señoras de movilidad escolar, flacas snob sanisidrina que creen que pueden maquillarse y hablar con el BBChat/Whatsapp al mismo tiempo sin chocarse o joder a alguien, patrulleros, oficinistas, abuelitos, colectiveros, viejas que toman desayuno en San Antonio, tios apretadasos en sus BMW o Mercedes creyendo que la calle es suya, madres de familia que dejan a sus hijas en el Santa Ursula y se cuadran donde carajo les da la gana. Todos los mencionados, sin excepción, tienen representantes de campeonato (cada uno peor que el otro), haciendo las calles de esta ciudad el escenario de una película de ciencia ficción. Y de las bravas.
Quiero comprarme el carro de Batman (no batimóvil). Con misiles, metralletas, blindado y convertible. Quiero limpiar Lima de tanto infeliz, así como Batman limpia Ciudad Gótica. Que se cuiden todos, ya estoy ahorrando, ya me falta poquito.
lunes, 13 de agosto de 2012
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