lunes, 13 de agosto de 2012

Las matemáticas y yo

Cuando estaba en el colegio era bueno en matemáticas (con S, nunca en singular según mis profesores). No era de los que iban a las olimpiadas pero me defendía. Tenía un nivel aceptable, era un chancón relajado y correspondía que mi nivel sea de respeto. Ni más, ni menos.

Cuando salí del colegio y entre al mundo pre-universitario (al cual solo tuve que sobrevivir 2 meses y medio para mi buena suerte), entre en pánico total al darme cuenta que mi respetado nivel era poco menos que basura al costado de otros estudiantes que si tenían buena educación. Me sentía frustrado, odiaba al enano narizón que estaba en mi salón y que respondía las preguntas de manera casi inmediata a como sonaba la respuesta. Pero mis ganas de aprender (y mi ego descomunal) me hicieron empezar a defenderme. Tanto así que ingrese a la primera oportunidad, haciendo casi toda la parte de Razonamiento Matemático (pero solo respondiendo 3 de 12 preguntas de Álgebra, Aritmética y Trigonometría).

Una vez en la universidad la pesadilla tomo forma y me devoró. Entre mi poca base, mi rabia, las pocas ganas y mi frustración dejé pasar las clases como quién deja pasar una combi llena y no estudié. Me rehusé. Me rebelé. Recuerdo que hasta le pregunte al profesor por qué tenia que estudiar eso si no lo iba a usar nunca en mi vida. Que quede claro que no sirvió para nada. Al contrario, el profesor me agarró bronca. Aprobé porque Dios es grande, y la letra de mi compañero de carpeta también. El segundo año fue lo mismo. Nunca pude con las integrales, derivadas, y otras hierbas. En tercer año vinieron las matemáticas financieras y colapsé. Intereses simples y compuestos, tasas, anualidades diferidas no eran para mí. Otra vez Dios (y mi flaca de esa época) me ayudó.

Ahora en la maestría he sufrido un flashback horroroso: Finanzas Corporativas. Mentira, MATEMÁTICAS al fin y al cabo. VAN, TIR, Período Cero, cálculos diferidos. No puedo más. El profesor está hablando en chino y no lo entiendo. Y yo que prometí esta vez si estudiar.

No me gustan las matemáticas, no les tengo paciencia. Sí, soy contador, y no es raro que no me gusten porque no sé cuántas veces más deberé explicar que los Contadores solo usamos números para expresar mil conceptos que no tienen que ver con matemáticas. Solo criterio. Nada más. Así me digan que aprenderé a calcular lo mucho que me roban en mis tarjetas de crédito, así me cuenten que de esta manera podré gestionar mis inversiones de mejor manera (ja! con qué plata!). Que me roben por burro.

Ese es el precio, pero no tengo que calcularlo.

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